martes, 30 de noviembre de 2010

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La voz que me habita
nativa del aire
estruendo de sombra
y enfático enjambre

La voces me habitan
levitan
rescatan
corrigen
decantan

Levitan las voces
habitan
escapan
perforan
acallan

Nativas las voces de sales y soles
Corrigen
delinean
me cruzan
dialogan
y cantan

lunes, 22 de noviembre de 2010

domingo, 21 de noviembre de 2010

XII

También yo se hacer conjeturas.
En cada cosa hay aquello que la anima.
En la planta está afuera y es una ninfa pequeña.
En el animal u ser interior y remoto.
En el hombre es el ánima que vive con él y ya es él.
En los dioses tiene el mismo tamaño
Y ocupa el mismo espacio que el cuerpo
Y es la misma cosa que el cuerpo.
Por eso se dice que los dioses nunca mueren.
Por eso los dioses no tienen cuerpo y alma
Sino solo cuerpo y son perfectos.
El cuerpo es lo que tienen de alma
Y tienen la conciencia en su propio cuerpo divino.


Alberto Caeiro


jueves, 18 de noviembre de 2010


No basta abrir la ventana
para ver los campos y el río
No es bastante no ser ciego
para ver los árboles y las flores.
También es necesario no tener filosofía.
Con filosofía no hay árboles: hay sólo ideas.
Hay sólo una ventana cerrada, y todo el mundo afuera;
y un sueño de lo que se podría ver si la ventana sa abriera,
que nunca es lo que se ve cuando se abre la ventana.

Alberto Caeiro



lunes, 15 de noviembre de 2010

ROJO

I
Te me acercaste al oído
tus palabras
y sentí yo tus brazos
y tu aliento.
Nos movimos.
Bailamos, cadenciosos
amanecimos
mirándonos los ojos
y  ayer te fuiste ya
y se me ha quedado
amable tono y luz
de nuestro encuentro.

II
La tarde se nos fue
 mirando fotos
la mirada del niño
en cada hoja,
sus palabras.
Y me gustó mirarte
rodeado de rojo
de tejido
y de mis libros.
Busco estos días
la voz
de mis entrañas.

Leo en voz alta
me gusta el sonido
hay timbres que anuncian
los oídos
siente la atención
entre las sienes
las miradas,
hacia adentro

Ando
de voz
enamorada.

Oyéndola en el viento
y en tus ojos.

 

"La enamorada ante la lúgubre manía de vivir esta recóndita humorada de vivir te arrastra Alejandra no lo niegues."

Alejandra Pizarnik

Tristes guerras

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes

Miguel Hernández

martes, 9 de noviembre de 2010

lunes, 8 de noviembre de 2010

Amor como espina dorada
Amor como estrella filosa
Amor como historia y andares
Amor como enfático enjambre
No en el corazón
sino en el vientre

martes, 2 de noviembre de 2010

PRIVILEGIO

I
Ya perdido el nombre que me llamaba,
su rostro rueda por mí
como el sonido del agua en la noche,
del agua cayendo en el agua.
Y es su sonrisa la última sobreviviente,
no mi memoria
II
El más hermoso
en la noche de los que se van,
oh deseado,
es sin fin tu no volver,
sombra tú hasta el día de los días

Alejandra Pizarnik

Nocturno miedo

Todo en la noche vive una duda secreta:
el silencio y el ruido, el tiempo y el lugar.
Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos
nada podemos contra la secreta ansiedad. 
Y no basta cerrar los ojos en la sombra
ni hundirlos en el sueño para ya no mirar,
porque en la dura sombra y en la gruta del sueño
la misma luz nocturna nos vuelve a desvelar. 

Entonces, con el paso de un dormido despierto,
sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar.
La noche vierte sobre nosotros su misterio,
y algo nos dice que morir es despertar. 

¿Y quien entre las sombras de una calle desierta,
en el muro, lívido espejo de soledad,
no se ha visto pasar o venir a su encuentro 
y no ha sentido miedo, angustia, duda mortal? 

El miedo de no ser sino un cuerpo vacío
que alguien, yo mismo o cualquier otro, puede ocupar
y la angustia de verse fuera de si viviendo 
y la duda de ser o no ser realidad.

Nocturno en que nada se oye

Nocturno en que nada se oye
En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen
sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento
en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
Y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
porque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nadie responde
porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse.



Xavier Villaurutia






Nocturno de la alcoba

La muerte toma siempre la forma de la alcoba 
que nos contiene.

Es cóncava y oscura y tibia y silenciosa,
se pliega en las cortinas en que anida la sombra,
es dura en el espejo y tensa y congelada,
profunda en las almohadas y, en las sábanas, blanca.

Los dos sabemos que la muerte toma
la forma de la alcoba, y que en la alcoba
es el espacio frío que levanta
entre los dos un muro, un cristal, un silencio.

Entonces sólo yo sé que la muerte
es el hueco que dejas en el lecho
cuando de pronto y sin razón alguna
te incorporas o te pones de pie.

Y es el ruido de hojas calcinadas
que hacen tus pies desnudos al hundirse en la alfombra.

Y es el sudor que moja nuestros muslos
que se abrazan y luchan y que, luego, se rinden.

Y es la frase que dejas caer, interrumpida.
Y la pregunta mía que no oyes,
que no comprendes o que no respondes.

Y el silencio que cae y te sepulta
cuando velo tu sueño y lo interrogo.

Y solo, sólo yo sé que la muerte
es tu palabra trunca, tus gemidos ajenos
y tus involuntarios movimientos oscuros
cuando en el sueño luchas con el ángel del sueño.

La muerte es todo esto y más que nos circunda,
y nos une y separa alternativamente,
que nos deja confusos, atónitos, suspensos,
con una herida que no mana sangre.

Entonces, sólo entonces, los dos solos, sabemos
que no el amor sino la oscura muerte
nos precipita a vernos cara a los ojos,
y a unirnos y a estrecharnos, más que solos y náufragos,
todavía más, y cada vez más, todavía.


Xavier Villaurrutia